miércoles, 6 de julio de 2011

El origen de la Filosofía.

Decídme todo esto, musas que habitaís las olímpicas moradas, comenzando desde el principio; y decídme lo que fue primero de todo.
Hesíodo, 700 a.C
El asombro
Cuando el hombre comenzó a liberarse de las exigencias vitales que abrumaban su existencia de manera excluyente, esto es, la alimentación, la vivienda o la primitiva organización social, y cuando las supersticiones elementales dejaron de consignar a un espacio reducido su posibilidad de discernimiento, el hombre se encontró por primera vez ante la posibilidad de elevar su mirada más allá de la superficialidad de lo inmediato.
La totalidad, la profundidad, la percepción de un horizonte lejano, encendió en el entedimiento humano la chispa del asombro. Porque la conciencia despertó asombrada frente a la maravilla del mundo. Y con este amanecer, las preguntas esenciales, formuladas por primera vez, serían el punto de partida para el nacimiento del pensamiento filosófico. 

La duda
...podría ocurrir que Dios haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado. Descartes.

A la luz del asombro, surge el conocimiento filosófico, pero, una vez alcanzado éste, aparece, sin más, la duda. Los abundantes sistemas filosóficos, el desacuerdo, la contradicción solo parecen hablar de la fragilidad o hasta incluso de la imposibilidad de alcanzar el conocimiento. El filósofo, previsiblemente, se siente en la obligación de dudar hasta de la misma capacidad para conocer y comprender la realidad.
¿Los sentidos no nos dan información imprecisa acaso? ¿No puede ser nuestro dedo más grande que el mismo sol si sólo nos guiaramos por impresiones sensibles? Y aún resolviendo las trampas sensoriales... ¿No podemos tal vez equivocarnos siguiendo el más simple de los razonamientos? ¿Quién garantiza una razón infalible? Y además... ¿nuestra manera de razonar no podría ser una limitación en sí misma a la merced de nuestra propia humanidad? 
La situación límite
...debo morir, debo sufrir, debo luchar, estoy sometido al azar, inevitablemente me enredo en la culpa. Jaspers

Y al dudar, el hombre, se repliega sobre sí mismo. Ya no se dirigirá al mundo sino a lo más profundo de su existencia. Entonces, el filósofo toma conciencia, trágica e inexorablemente del límite que implica su propia humanidad.
La reflexión filosófica descubre, que existen situaciones más allá de las cuales es inútil avanzar. El hombre carece de capacidad para cambiar lo constitutivo de su existencia. Este limite habla claramente de la finitud humana, de aquella frontera de la que no puede escapar... tal como lo expresó la luminosa confesión socrática: solo sé que no sé nada

Cintia G.