lunes, 21 de noviembre de 2011

Cada hombre vive su vida según su filosofía

La forma de pensar de cada ser humano, es la clave que tiene su percepción para interpretar el mundo.
No existe un solo mundo en este mundo, sino muchos mundos, tantos como personas lo habitan, porque cada hombre piensa distinto y por lo tanto percibe diferente.
Es probable que la ciencia alguna vez logre la hazaña de conocer el misterio que representa la realidad y la existencia, y encuentre las pruebas concretas de todo lo que el hombre ya sabe por intuición, desde el origen de la humanidad.
Aún está lejos el día del despertar, mientras tanto utilicemos la imaginación y sumerjámonos en un cuento aleccionador.
En un lejano rincón del mundo, vivía un hombre solitario en una humilde choza en las afueras de un reino, acostumbrado a una vida de privaciones y sufrimientos.
Se había quedado solo hacía mucho tiempo y nadie lo visitaba. Se sentía muy deprimido y había dejado de comer y acostado en su mísera cama decidió dejarse morir.
Sintiendo que su última hora se aproximaba le pidió a Dios que antes de morir le revelara la razón de la existencia, ya que él nunca le había visto ningún sentido a la suya.
Esa noche, mientras dormía, se cumplió su deseo; y en sueños vio al Supremo que se acercaba a él y se sentaba a su lado, dispuesto a conversar.
Le sorprendió observar que era su vivo retrato hasta en la vestimenta, porque sólo llevaba puesto unos viejos harapos.
Casi podía asegurar que era él mismo, de no haber sido por el halo de luz que lo rodeaba.
- Vine porque sentí que querías preguntarme algo importante, le dijo Dios.
- Si, me doy cuenta que no me queda mucho tiempo en este mundo y quería saber el propósito de esta vida que para mi ha sido tan difícil.
- Quiero que sepas que esta vida es una oportunidad que te ofrecí cuando naciste, para que la disfrutaras hasta el fin de tus días.
- Vaya oportunidad que me diste, la de vivir una vida de privaciones y sufrimientos. De haberlo sabido y si hubiera podido decidir, hubiera preferido no haber nacido.
- Eres un ingrato, porque a todos los hombres les doy lo mismo, una vida para vivirla de la mejor manera.
- Vamos, no digas eso, hay grandes diferencias, al rey le diste mucho más que a mi que casi soy un mendigo.
- Veo que por estar enfermo no te has enterado de los sucesos ocurridos en la corte. El rey fue asesinado, y yo solamente soy el que sabe que fue su propio hijo el que lo mató para arrebatarle el poder y acceder al trono.
- Otro motivo para pensar lo absurdo de esta vida, la tragedia de un hombre todavía joven, poderoso y rico que teniendo todo, pierde la vida, aunque hay que reconocer que tuvo una vida placentera.
- Mira, no me eches la culpa de los errores humanos. Yo no puedo hacer más que ayudar a la humanidad pero solamente si me lo piden.
- Pues yo no he hecho más que trabajar como un buey mientras fui joven y ahora de viejo he llegado a pedir limosna para no sucumbir de hambre, mientras te rezaba a ti todas las noches.
- Tus mensajes siempre fueron contradictorios y nunca pude saber bien lo que querías, por lo que llegué a creer que tú tampoco lo sabías.
- Yo siempre creí en ti y estaba esperando que me mandaras las señales, pero tú nunca te hiciste ver, sólo ahora vienes cuando ya es tarde.
- Las señales siempre estuvieron frente a ti cada minuto de tu vida sólo que tú no las veías; no puedo darles el don de la vida a todos con un manual de instrucciones bajo el brazo cuando nacen; porque los hombres quieren tener libre albedrío.
- Pensándolo bien, tienes razón, me siento como si estuviera hablando conmigo mismo, porque en el fondo siempre supe lo que tenía que hacer, pero no tuve la fortaleza suficiente para tener fe en mi propósito y me pasé la vida mirando para otro lado.



jueves, 3 de noviembre de 2011

Maestra, ¿qué es el amor?

Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
  • Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
  • Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
  • Yo traje esta flor… ¿no es bonita?
A continuación, otro alumno dijo:
- Yo traje este pichón de pajarito que encontré en un nido… ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando a los demás lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.
La maestra se dirigió a ella:
  • Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura, tímidamente, respondió:
- Lo siento, seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves, llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también al pichoncito en su nido, pero…, al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí… 
Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros lo que he traído?
La maestra le dio las gracias a la alumna y emocionada le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón. 
El amor es algo que se siente.
Hay que tener sensibilidad para vivirlo.


                              maca miranda